viernes, 9 de noviembre de 2012



































Todavía  guardo  el   poema   transcripto  en una  hoja  oficio y el  espejo retrovisor  roto.  Las dos cosas  me las diste la noche en que estábamos al costado de la capilla ardiente.
El espejo  estaba partido en muchos fragmentos, sostenidos por una superficie opaca que también estaba quebrada.
De  todas  formas,  las  dos  cosas  todavía  reflejan a su manera, cuando  las  miro  o  se  las  muestro  a alguien. Podría decir que salen de esa especie de silencio cuando se encuentran  con una mirada.
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En la hoja escrita puedo leer “ese truco sutil me ha deformado, mis ojos y  mis  narices   han   virado   hacia  el  mismo  lado  del rostro”  El  truco para mí no es desconocido Euge. Ese gesto lo sostuve en una  sala  de   emergencias.  En   esto   no   hay  poesía  posible ni tragedia pero si existe una relación.
Después  de  un  tiempo  empecé  a  pensar en los regalos que me diste envueltos en el sobre de papel madera. Pensaba   si   estos   regalos   el   día   que   muere   una  madre  se transforman en una especie de bautismo. La hoja manuscrita parece un mapa que cambia su forma de manera constante y el espejo roto parece un instrumento de navegación averiado.
Seguro estoy sobreinterpretando.
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“A veces  sueño  que  me  expando  y  ondulo  como una  llanura. Soy entonces toda la arena, todo el vasto fondo marino”, algo  así  dice  la hoja. Yo en cambio a veces  sueño con Villa Elisa, cuando era chico ypara  mí  el tiempo corría de otra manera,  la  luz entre los arboles era
diferente, también los colores. Estoy casi seguro,  otra vez,  el sueño  se confunde con las fotografías de esa época, o las imágenes a color de los televisores de esos años.  Algo  así sucede,  tu poema  dice;  luego  de  un  rato, después  de despertar, todo está quieto y silencioso, congelado en el gesto.
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¿Sabés? Las  palabras  escritas, tu poema y  cada reflejo del espejo me  devuelven  una  imagen   diferente  de  lo  mismo .   Una  imagen calma, el detalle  y lo que se disipa. Una imagen. Los detalles. Lo que se disipa. Entonces siento que soy lo gris contra lo gris, fragmentado en   demasiadas  partes  de  lo  mismo.  Ahora  mi  vida  depende de registrar  incansablemente ese  truco sutil en el reflejo de la luz sobre las cosas, y sobre  el  tiempo  de esos reflejos, aunque sea como una 
palada de órganos, enterrado en un gesto. Desde   ahí   miro  lo  que  empieza  a  sugerirse,  lo  que  emerge en
un  espejo  roto,   en   la   hoja   escrita,   como  si  fuera  una  fronterade  lo cotidiano, y en eso, intento encontrar una forma de empezar, una vez  más, a registrar  con una cámara, o con las palabras, en un gesto diferente.
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