¿Sabes? Las
primeras fotografías que recuerdo son de un álbum familiar con tapas duras de
cuero marrón. Las fotos eran de mi bautismo, y así iban apareciendo hoja tras
hoja. La gente en las
fotografías estaba vestida para las diferentes ocasiones que se iban
registrando.
Ligado a esas imágenes hay retazos de situaciones, no
sé si nacen de una especie de reinterpretación de las fotografías o del
recuerdo vago de la experiencia, en todo caso, no hay forma de saberlo ahora.
De esas fotografías hay cuatro o cinco
que me llaman la atención.
Hay un chico de dos o tres años sentado en un
murallón de piedra un día nublado, ese murallón los días de sudestada, contiene al río que
intenta avanzar sobre la tierra, el asfalto y las construcciones de la costa de
Punta Lara.
Hacia donde mira el chico, lo que imagino que él ve, es dinámico, inestable, se balancea entre la ficción o una deducción casi lógica desde el sentido común. Quizás mi padre saca la foto, quizás mi madre, por ahí les hace gracia que este enojado porque no me dejaron conducir el auto o asomarme por la ventanilla del techo.
Hacia donde mira el chico, lo que imagino que él ve, es dinámico, inestable, se balancea entre la ficción o una deducción casi lógica desde el sentido común. Quizás mi padre saca la foto, quizás mi madre, por ahí les hace gracia que este enojado porque no me dejaron conducir el auto o asomarme por la ventanilla del techo.
En otra fotografía de esa época estoy sobre los
hombros de mi padre que camina a ciegas porque le tapo los ojos, él extiende
los brazos hacia delante, como si fuera un zombie buscando a quien atacar. La
imagen no guarda nada de ternura y mi padre seguro no la recuerda. Solo la
imagen parece recordarse a sí misma cuando mi mirada cae sobre ella. La imagen reclama su historia, sea verdadera o ficcional, ante todo verosímil.
Ahora, en relación a la fotografía, a la idea de la
fotografía para mí esta está siempre unida a ese lado de la imagen que nunca se ve,
donde está quien toma la fotografía, ese contracampo en mi caso siempre se
mueve con libertad, nunca es exacto, y siempre es bastante sugerente. Esa parte
de la fotografía es una zona que podría hablarse pero los protagonistas ya no están.
Me queda imaginar.
Otra fotografía esta sacada en el mismo lugar donde el padre zombi busca victimas imaginarias. Es la de mi madre que me tiene en brazos, yo sonrío y la miro, o miro lo que me señala, creo que me señala un avión en el cielo, imaginario o real, no sé, pero ella en la foto, con su gesto, parece imitar con su voz el sonido de un avión volando, o algo parecido. Del otro lado de esta imagen creo está el zombi fotógrafo.
La fotografía parece ligarse en mi caso a la otra parte de la historia que está siempre por fuera de la imagen, en el fuera de campo, imaginario o real, verosímil a duras penas, aunque señalando algo que fue y donde me es difícil reconocerme.
Hay bautismo y gala, de lo improbable, la fotografía
señala la posibilidad de una forma de completar una historia olvidada por los
fotografiados, y que solo se pone en movimiento cuando ella se transforma en
objeto interrogado, en objeto de la mirada.
Un par de años después, es decir unas fotos después caminábamos con mi madre por una calle oscura con zonas iluminadas por el alumbrado público con esas luces que se usaban en los 80, medio amarillas. La luz a través de los arboles formaba las sombras, se podía distinguir el contorno de las hojas que se proyectaban en el piso y en la pared.
Durante muchos años pensé que esa calle era de Buenos Aires, y que caminábamos con mi madre hacia una galería de exposiciones, pero hace poco me di cuenta que se trataba de una calle de la ciudad de La Plata, y la exposición se realizaba en un centro cultural.
En fin, el recuerdo, lo que persiste de ese recuerdo es
el movimiento de las sombras y las luces en la vereda y en la pared, también el
espacio iluminado donde estaban las fotografías expuestas. No recuerdo esas fotografías en detalle, solo que cada una de ellas era muy particular y diferente de
las que solía ver en mi álbum.
Lo que queda claro, es que la fotografía comenzó a llegarme ligada a sensaciones de las cuales hoy tengo retazos de imágenes que se transforman y no guardan ninguna relación con un recuerdo definido, nada exacto. Creo que tiene que ver que esos recuerdos no están anclados por la palabra, sino más bien por la mirada.
De la experiencia de aquella exposición la fotografías para mí se relaciona con la noche, las luces de la calle, o el verde de las hojas que
iluminadas tapaban la luz a medias y proyectaban sombras, también partes de luz. El cambio del espacio iluminado de esta manera me producía una impresión tan fuerte y alucinada como si fuera una forma de bautismo distinto, sin palabras o
agua bendita, solo con las luces, las sombras de los arboles, el movimiento del conjunto que se
proyectaba y transformaban la vereda en algo diferente y único.
Esa historia es la relación entre la mirada y la memoria que se construye contra el olvido, a través de la modulación de la luz de un instante. Ese instante que luego va a ser el punto de partida para algunas historias, verídicas o ficcionales, no importa, pero historias al fin.