Emanuel tropieza. Cierra los ojos. Los
dedos caen, golpean el brazo. Ella corre a levantarlo. La cinta rosa sujeta el
pelo. Nunca te voy a dejar solo, promete.
Acaricia la herida. Hay un ángel para
vos, ¿no me ves? Quema la seda. Todo un ritual. En la madrugada. Los chicos en la plaza se hamacaban sin
parar, fuerte. Trataban de llegar al cielo. Sobre la frente, la mano se
desliza. Silencio. Cierra los ojos.
Él corre para remontar el barrilete antes
del chaparrón. La foto acentúa los colores contra las nubes. Ella trajo la
línea. Los ojos con sombras. El rosario apretado en el bolsillo. Los dientes
sucios muerden el cordón. Los labios pálidos casi desteñidos. La
foto tendría que consumirse hacia adentro. Otra sorpresa. ¿No me ves? Un cadáver exquisito, se escapa
a través de la aguja.
Toda una estrella desparramada. Sonriendo. Aunque sus
ojos confunde mujeres. El corazón galopa, desbocado. Casi una pose para
expertos ¿Una vez más, amor? Presiona
hasta el fondo. Entre sus manos estalla una sonrisa o una mueca. Que
ella, no se cansa de besar.
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